Cuando hablamos de metodologías ágiles, la estrategia Scrum es una de las metodologías que más se utilizan a la hora de buscar soluciones ágiles y efectivas para nuestros proyectos. Es un método que también se conoce como “metodología del caos”, algo que a priori nos puede resultar un tanto contradictorio, pero es innegable que se trata de una metodología muy interesante, que podemos aplicar a cualquier proyecto complejo que nos exige una flexibilidad y una rapidez esencial para la ejecución de los resultados.
¿En qué consiste el método Scrum?
La metodología Scrum se basa en una estructura de desarrollo incremental. Esto quiere decir que todos los ciclos o fases del producto o servicio que ofrecemos se dividen en pequeños proyectos que tienen tres etapas: análisis, desarrollo y testing. Durante la fase de desarrollo se produce el Sprint, una serie de entregas regulares y parciales del producto final. La estrategia va orientada a la gestión y normalización de los errores que se pueden producir en los largos procesos de desarrollo que caracterizan las metodologías no ágiles.
Una de las características de la metodología Scrum son las constantes reuniones entre el equipo de trabajo o desarrollo del producto o servicio y el cliente para asegurarse de que se cumplen los diferentes objetivos y fases marcados, tanto a nivel de desarrollo del producto como a nivel de gestión del presupuesto. De hecho, conviene insistir en que las reuniones son la base del métodos Scrum, y según la fase del proceso en la que nos encontremos tendrán unas u otras características.
Así, aparecen las reuniones de planificación, la reunión diaria, las de revisión o las reuniones de retrospectiva, que seguramente sean las más importantes de todas las reuniones de la metodología Scrum. Son las reuniones que se celebran justo al finalizar uno de los Sprint para reflexionar sobre la situación actual del proyecto y proponer las posibles mejoras que se pueden aplicar para los avances del proyecto. Dentro de estas reuniones no se pueden obviar las cuatro grandes características de esta metodología: innovación, flexibilidad, competitividad y productividad.
¿Cómo aplicar la metodología Scrum?
Si estás pensando en aplicar esta metodología en tus proyectos, la primera cuestión a la que debes responder es qué y quién: qué producto buscamos y quién desempeña cada rol. Aquí hay que hablar del Project Owner (supervisa que el proyecto se lleve a cabo según la estrategia del negocio), el Master Scrum o facilitador (debe acabar con los obstáculos que se encuentre el equipo) y los Development team Member (son los responsables de crear el producto, un equipo que no debería superar las 10 personas).
Las otras dos preguntas a responder son dónde y cuándo -plazo y contenidos- y por qué y cómo -herramientas-. A partir de aquí se producen los diferentes Sprint, cada uno con sus diferentes fases. La primera suele ser la reunión para planificar el Sprint, donde se establecen el plazo, el objetivo y el equipo de desarrollo. A continuación, hay que celebrar los Scrum diarios, unas reuniones donde se produce una puesta en común entre los miembros del equipo para planificar el día.
La tercera fase es la de desarrollo durante el Sprint, donde es imprescindible asegurarse de que se están cumpliendo los objetivos empresariales y que estos no se alteran. En este sentido, la comunicación con el cliente o dueño del proyecto es clave. De aquí se pasa a la revisión del Sprint, una reunión con el dueño de este proyecto donde se recoge el feedback y se toma nota de las cuestiones a cambiar de cara al siguiente Sprint. Finalmente, se produce la retrospectiva del proyecto, donde el equipo de desarrollo puede mejorar su proceso de trabajo y proponer cambios para los siguientes Sprint.