Cuando hablamos de la estrategia de gestión ambiental de una empresa nos referimos a la forma en la que se aborda la cuestión ambiental. Parece claro que nuestra empresa no puede crecer a costa de perjudicar el medio ambiente, y cada vez son más las compañías que incluyen en su filosofía o entre sus señas de identidad empresarial estas estrategias de gestión. Pero cada empresa es un mundo, así que deberíamos conocer los diferentes tipos de estrategia que existen antes de tomar una decisión que afecte al futuro de nuestra empresa.
Tipos de estrategias ambientales para empresas
Según el papel que juegue la empresa, podemos hablar de hasta cuatro tipos de estrategias de gestión ambiental para las empresas: hiperactiva, proactiva, reactiva y seguidora. A ellos habría que añadir la inactiva, que realmente no es un tipo de estrategia concreta, ya que la empresa considera que no tiene ningún problema en este sentido, que sus procesos productivas no contaminan y son respetuosos con el medio ambiente y por tanto no desarrollan ningún trabajo específico en este sentido.

Hiperactiva: es una necesidad
Las empresas que sienten la necesidad de luchar por la defensa del medio ambiente, que consideran una necesidad este trabajo y definen la agenda verde son las que llevan a cabo una estrategia ambiental hiperactiva. Ven en ello nuevas oportunidades de negocio y una serie de ventajas competitivas que pueden aprovechar, y para ello pretenden influir en la regulación ambiental buscando siempre su beneficio haciendo lobby para ello.
Proactiva: una responsabilidad propia
La estrategia ambiental proactiva guarda ciertas similitudes con la hiperactiva, ya que se considera que las políticas ambientales son una oportunidad de negocio que no se puede dejar pasar, y que si no se trabaja en este sentido la empresa será inviable a largo plazo. Si las hiperactivas trataban de influir en las políticas ambientales, las empresas con una estrategia ambiental proactiva tratan de ir por delante anticipándose tanto a las nuevas regulaciones como en la búsqueda de nuevas tecnologías que le permitan estar a la vanguardia de las tendencias y de lo que exige la normativa ambiental.
Reactiva: lo que diga la normativa ambiental
Si las dos estrategias que hemos visto hasta ahora consideran la cuestión medioambiental como una oportunidad de negocio más, las empresas que apuestan por una estrategia ambiental reactiva son aquellas que ven el medio ambiente como un coste adicional a su actividad a minimizar, pero no como una oportunidad de negocio. Aquí podemos incluir desde las empresas que conforman los lobbys y grupos de presión para bloquear y paralizar las regulaciones ambientales a las que no informan sobre sus emisiones o se niegan a reducirlas.
Seguidora: adaptarse a la normativa
A caballo entre las empresas que se toman en serio las políticas de protección ambiental y las que intentan torpedear la normativa de protección ambientales nos encontramos con esas empresas cuya estrategia de gestión ambiental se limita a adaptarse a lo que diga la ley. Si se incluyen cambios en la normativa, se adaptan a ellos para evitar multas, asegurar mercados o mantener su reputación y competitividad empresarial, pero no introducirán una política ambiental mucho más activa.
¿Cuál es la mejor estrategia de gestión ambiental?
Esta es una de las preguntas más difíciles de contestar, ya que depende del objetivo ambiental que tengas. Si una de tus preocupaciones es el medio ambiente y pretendes crecer de la mano del entorno, y no a costa suya, parece claro que las estrategias hiperactivas y proactivas son las ideales, e incluso te permiten presionar en busca de una normativa ambiental que te beneficie. En cambio, una estrategia reactiva o de seguimiento primará el beneficio económico al ambiental. Al final, la decisión está en manos de los gestores de la empresa, que decidirán qué tipo de estrategia de gestión ambiental seguir.