Cada vez son más las firmas que apuestan por las marcas blancas, pero… ¿es rentable? Las hemos visto en supermercados, en electrodomésticos o en medicamentos, y no son más que una marca genérica, propia o del distribuidor. Los patrones de compra de los usuarios han facilitado su despegue, ya que algunos priorizan la calidad y el nombre de la empresa, pero otros se decantan por la relación calidad-precio. Por eso, antes de lanzar la marca blanca hay que valorar los pros y los contras y cómo afecta a nuestro negocio.
Ventajas de las marcas blancas
El ahorro es la principal ventaja de la marca blanca. Ahorramos tiempo, ya que en vez de lanzar un producto desde 0 nos ahorramos las fases de diseño y prueba y tenemos un producto testado y que funciona; y ahorramos dinero en su producción, implantación e incluso en publicidad, porque es algo ya implementado. Así, la inversión que debería ir a estos aspectos se puede destinar a aumentar la propuesta de valor añadido del producto de marca blanca, que es lo que acabará marcando la diferencia con la competencia.
También es una forma de hacer frente a la competencia, incluso eliminándola si no puede competir con la política de precios de nuestra marca blanca, que evidentemente será más barata que la marca original ya que su coste es menor. El producto de marca blanca puede tener las mismas características que el original, y muchas veces nos encontramos con que minimiza los efectos de un posible fracaso para la marca principal ya que el riesgo lo asumen los distribuidores, no los fabricantes.
Desventajas de las marcas blancas
Sin lugar a dudas, la (injustificada) mala reputación entre los usuarios es el principal problema de los productos de marca blanca. No son pocos los consumidores que consideran las marcas blancas como productos de segunda, cuando no lo son. Creen que su precio reducido en comparación con los productos de la marca original se debe a que prescinde de parte de la calidad, a que supera menos controles de calidad o a que se utilizan materiales de menor calidad, cuando el bajo precio se debe a ese ahorro de coste en los procesos del que hablábamos.
Más allá de la percepción que puedan tener los clientes, es cierto que cuando cambiamos de fabricantes o proveedores, los usuarios notan los cambios que puedan producirse sin previo aviso, de modo que su experiencia puede no ser tan satisfactoria. Por último, hay que mencionar a los usuarios que prefieren pagar más por una marca, convencidos de que ofrece unas prestaciones que la marca blanca no les ofrece. Según el caso, pueden estar en lo cierto o no pero la realidad es que difícilmente los atraeremos hacia el producto de marca blanca.
La marca blanca en tu negocio
Tras analizar los pros y los contras llega la hora de analizar si nos conviene lanzar una marca blanca o si es mejor seguir como estamos. Lo primero en lo que nos fijaremos es en el tipo de público que tenemos y si existen un mercado potencial para la marca blanca. También hay que tener claro para qué queremos sacar esa marca blanca, lo que depende en parte del perfil de tu empresa. No es lo mismo ser fabricante que distribuidor.
En el caso de los fabricantes, el lanzamiento de la marca blanca puede servir para dar salida a los excedentes de producción o para aumentar la producción y canalizar hacia el mercado las unidades adicionales. Otra opción es cuando dejamos la distribución en manos de un tercero. Por su parte, los distribuidores tienen en las marcas blancas una vía rápida para lanzar productos, una forma de competir en calidad-precio o un forma de lanzar los productos complementarios que necesita nuestro producto principal.