La gestión de objetivos ha demostrado ser una metodología eficaz. Este modelo ha evolucionado desde que se empezó a trabajar por objetivos a inicios del siglo XX, siendo Peter Drucker una de las figuras clave del Management by Objectives (MBO) en los años ’50 y ’60 del pasado siglo. Se trata de un enfoque estratégico para mejorar el rendimiento de la organización, alineando los objetivos de la empresa con los de los miembros del equipo. De este modo, tratamos de conseguir una mayor motivación y satisfacción entre los trabajadores. Algunos pasos para implantar esta metodología son establecer y transmitir los objetivos de la empresa, evaluar el progreso y reconocer los logros. Para saber más sobre los restantes pasos, no te pierdas el artículo.
Características de management de objetivos MBO
Los objetivos se conectan en cascada, en sentido descendente. Comenzamos fijando las metas de la empresa, y paso a paso vamos bajando en los diferentes escalafones de la organización hasta llegar a los trabajadores, el último nivel. Para asegurarnos de que nos movemos en la dirección adecuada, contamos los OKR, estándares objetivos para medir el rendimiento individual de los empleados y colectivo de la organización. La Gestión por Objetivos es una metodología que puede aplicarse a cualquier sector, si bien la exigencia dependerá del tipo de negocio.
Pasos para implantar la gestión de objetivos MBO
A grandes rasgos, el proceso de MBO se resume en fijar los objetivos generales de la empresa y convertirlos en objetivos individuales para cada empleado. Puede parecer algo complejo, pero todo se puede resumir en los 5 pasos del proceso MBO:
- Establecer los objetivos de la compañía: el primer paso para implantar la gestión por objetivos es definir los objetivos de la corporación. Para ello, fijaremos las metas corporativas de cada proyecto antes de completarlas con nuestra plantilla. Cada integrante del equipo implicado en el objetivo general debe comprender bien cuál es la meta.
- Transmitir los objetivos a los trabajadores: una vez establecidos los objetivos iniciales, los iremos desgranando de forma individual a cada miembro del equipo. Para una mayor eficiencia, cuentas con la ayuda de los objetivos SMART que nos garantizan medirlos y alcanzarlos. El hecho de que cada trabajador tenga unos objetivos personales nos garantiza que todos reman en la misma dirección.
- Supervisión del desempeño: una vez los trabajadores se van incorporando al proyecto para cumplir sus objetivos específicos, tenemos que supervisar su desempeño. Aquí es donde entran en acción los OKR, pues nos dirán si el rendimiento es óptimo y si los objetivos se están cumpliendo o no. En caso de desviación, habrá que añadir las correcciones adecuadas. Supervisar el rendimiento de cada trabajador nos permite evaluar la productividad de cada uno de los trabajadores.
- Evaluación del progreso: gracias a la evaluación de desempeño, podemos saber cómo trabaja cada miembro del equipo. Nos permiten hablar de tú a tú con cada miembro del equipo, saber qué está haciendo bien, cómo puede mejorar, qué recursos necesita o sus objetivos individuales. Con una buena comunicación interna nos resultará más fácil alinear los objetivos individuales con los corporativos.
- Reconocer los logros: cada vez que un trabajador logra el objetivo, hay que reconocerlo. Es la mejor forma de mantener la motivación del equipo a lo largo del proceso. Para ello, podemos desde plantear desafíos hasta incluir bonificaciones, días libres, nuevas responsabilidades, etc. Da igual si apuestas por reconocimientos tangibles o intangibles, siempre que nos sirvan para mantener la motivación.
Aunque el proceso MBO tiene muchas ventajas, debes tener en cuenta que priorizaremos la definición de objetivos frente a la planificación estratégica. Además, corremos el riesgo de que los trabajadores se centren exclusivamente en los objetivos individuales, ignorando los colectivos. Una buena pedagogía de este sistema y una cultura corporativa potente es esencial para aplicar con éxito la gestión por objetivos.