Ofrecer a nuestros clientes un producto de la mejor calidad posible, sin que se produzcan fallos o no haya defectos. Para ello, podemos pasar los productos o servicios por todos los filtros existentes a lo largo del proceso de producción, y una vez sale a la venta seguir monitorizando sus posibles fallos. Sin embargo, tenemos una herramienta que nos permite mejorar los procesos empresariales y acabar con los errores: la metodología Six Sigma, una de las metodologías hábiles que puedes aplicar para obtener un resultado final de mucha más calidad.
¿Qué es Six Sigma?
Six Sigma es un método basado en datos que examina los procesos repetitivos de las empresas para llevar la calidad a un nivel cercano a la perfección. Por eso, se propone un máximo de 3-4 errores o defectos por millón de oportunidades. Este sería el nivel 6 de Sigma, de ahí el nombre. Sin embargo, la mayoría de empresas tradicionales están en el nivel 3, con 6.37 errores, prácticamente el doble de lo que propone este programa. La clave está en que Six Sigma corrige los problemas antes de que lleguen, no después como hacen el resto de empresas.
Detrás de esta metodología está Bill Smith, un ingeniero de Motorola que en la década de 1980 desarrolló el Six Sigma. A partir de estos principios, la compañía redujo drásticamente el número de defectos en los productos. En las postrimerías del siglo XX, General Electric le dio el impulso final a esta metodología, aplicándolo no solo a sus productos, también a los servicios que ofertaba, con unos excelentes resultados. De este modo, Six Sigma se convirtió en una metodología cada vez más usada para evitar los defectos en empresas de todo tipo.
¿Cómo desarrollar Six Sigma en la empresa?
A la hora de implantar el Six Sigma en nuestra empresa, hay que cumplir con el ciclo DMAIC, las siglas en inglés de definir, medir, analizar, mejorar y controlar. Son las cinco fases por las que debe pasar el proyecto, así que empezamos por la fase de definición. En ella hay que definir el proceso o procesos que se evaluarán por parte de la dirección de la compañía, la definición del equipo de trabajo encargado de llevar a cabo el proyecto y la definición de los objetivos de mejora.
Para poder medir hace falta comprender el estado actual del problema o defecto por el que pasa el proceso objetivo, de modo que cada parte el proceso se clasifica y evalúa. En este punto se deben identificar las variables relacionadas con el proyecto y se miden. Con estas mediciones pasamos a la fase de análisis, donde se analizan e interpretan estos resultados. Hay que hacer una comparativa entre la situación actual y el historial del proceso, de modo que podremos averiguar las causas del problema existente.
Ahora que conocemos el origen de ese problema pasamos a la fase de mejora, donde se llevarán a cabo todas las acciones que se crean necesarias para la mejora del proceso. Por último, llegamos a la fase de control. Aquí se aplican las medidas necesarias para garantizar la eficacia y continuidad del proceso, que también se adaptará a los nuevos objetivos.
Paralelamente a este ciclo DMAIC, se han desarrollado otras metodologías derivadas del proceso Six Sigma con el mismo objetivo: reducir los defectos para ofrecer un producto o servicio de la máxima calidad posible. Hay dos de estas alternativas que destacan por encima del resto. La primera es el método DMADOV, siglas de “definir, medir, analizar, diseñar, optimizar y verificar”; la segunda, el método PDCA-SDVA, iniciales de “planificar, ejecutar, verificar y actuar-estandarizar, ejecutar, verificar y actuar”.
Los principios del método Six Sigma
De este modo, Six Sigma nos ayudará a mejorar la productividad de la organización. Esta metodología tiene cinco principios clave:
- Poner el foco en el cliente: esta metodología pretende ofrecer el mayor valor posible a los clientes, que estarán en el centro de nuestro objetivo. Por eso, es fundamental definir perfectamente nuestro target, lo que quiere y lo que necesita. También cómo retenerlo y hacer que nuestra oferta cumpla sus expectativas. En todos los sentidos.
- Utilizar los datos para detectar la variación: detallando todos los pasos del proyecto de producción actual podremos detectar cuellos de botella o aspectos a mejorar. No siempre es fácil detectar las métricas idóneas, para ello buscaremos el objetivo a alcanzar y las tareas o medidas que nos llevarán a cumplirlo.
- Mejora continua de procesos: a la vez que analizamos los procesos de producción serás capaz de identificar aquellos pasos que no aportan valor, ya sea al equipo o al cliente final. A medida que se aplican pequeñas mejoras en estos pasos sin valor, nuestros procesos experimentarán una mejora continua. Una serie de pequeños cambios a largo plazo suponen grandes cambios positivos.
- Incluir a todos: Six Sigma es un método de trabajo que implica a todo el equipo. Cualquier miembro de la plantilla debe estar capacitado para participar en estos procesos, reduciendo los riesgos de crear nuevos obstáculos a medida que eliminamos los anteriores. Los equipos interdisciplinares hacen que esta metodología sea todavía más eficiente.
- Ambiente flexible y reflexivo: ya hemos dicho que el objetivo final de esta metodología es reforzar la propuesta de valor para el cliente. Esto supone que deberíamos buscar continuamente la mejora de los procesos, y todo el equipo debe estar abierto a introducir cambios. Además, los procesos intercambiables facilitan que si falla un paso solo hay que arreglarlo ese, no todo el proceso.
Pasar de 3 Sigma a 6 Sigma
Tres Sigma implica 66.800 defecots cada millón de oportunidades, por los 3,4 que implica Six Sigma. Prácticamente, el 0 defecto.
Para ello, habrá que aplicar el ciclo DMAIC: definir, medir, analizar, mejorar y controlar.
En la fase de definición, hay que localizar el problema concreto (definirlo) y validarlo a la vez que se definen los participantes. Medir es entender cómo funciona para buscar la solución de mejora.
Analizar implica estudiar las causas reales que provocan el problema o defecto, y así las podremos cambiar. A la hora de mejorar decidiremos qué cambios hay que introducir, y la forma en que lo haremos con la menor inversión posible. Por último, la fase de control implica tomar las medidas correspondientes para garantizar la continuidad de la mejora para poder cumplir con los requisitos del cliente, valorando los términos económicos y la satisfacción del cliente.