Seamos realistas: cuando nuestro jefe nos pide que hagamos algo con lo que no estamos de acuerdo, o cuando un compañero de trabajo no cumple con su parte, ¿quedamos bien o somos sinceros y le decimos lo que pensamos? Seguramente, la primera opción, callarnos y quedar bien, sea la elegida por la mayoría de trabajadores. Sin embargo, el candor radical, el nuevo lenguaje empresarial que triunfó en Silicon Valley, y se ha extendido al resto de los Estados Unidos, Canadá o Londres, nos pide todo lo contrario: que seamos sinceros con nuestros jefes, trabajadores o compañeros.

La crítica como estilo de vida
Detrás de esta corriente nos encontramos con Kim Scott, gurú empresarial y coach para directivos de empresas. Según el candor radical, hay que decir las cosas claras, sin maquillaje, por muy mal que le puedan sonar al interlocutor. Scott afirma que en el mundo empresarial los comentarios negativos o las críticas se maquillan en exceso, algo que no es necesario. Por eso, uno de sus lemas es “di siempre lo que piensas”, una frase que repite una y otra vez en sus charlas e intervenciones.
¿Es posible que el candor radical afecte negativamente a la productividad de la empresa? Al fin y al cabo, todos sabemos que un trabajador contento siempre será más productivo que uno cuyos méritos no se reconocen, y si es criticado constantemente por sus superiores y compañeros no parece que se vaya a generar el mejor ambiente para trabajar. Sin embargo, Scott asegura que podemos ser críticos sin perder nuestra humanidad, habla de un desafío a los trabajadores a la par que nos preocupamos, situándonos en nuestra zona dulce de la franqueza radical.
Precisamente ahí, en tratar de mantener la humanidad y mostrar compasión con nuestras críticas, radica la clave del éxito de este modelo de lenguaje empresarial. Si somos sinceros pero no somos compasivos estamos siendo crueles con la otra persona, lo que nos impedirá seguir creciendo como empresa y generar un clima idóneo para trabajar. De hecho, la gurú del candor radical asegura que se trata de ser sinceros en persona, pero no es nada personal sino profesional. Una especie de crítica constructiva.
Humilde, útil e inmediato
Scott utiliza estos tres adjetivos para definir al candor radical. Pero por muy humildes, útiles o inmediatas que sean las críticas no podemos pasar por alto que puede ser un lenguaje peligroso. Al fin y al cabo, nuestra formación no está orientada a actuar desde esa sinceridad extrema, lo que a largo plazo puede ser devastador para nuestro entorno laboral. Por eso, en ocasiones hay que saber adaptar nuestras críticas a la situación. La clave, aseguran los expertos, está en no decir nunca lo contrario a lo que pensamos.
Para que el candor radical sea efectivo, debe ir acompañado de un feedback de calidad. Para ello, los responsables de la empresa deben crear un clima laboral de confianza donde el conflicto sea productivo y beneficioso para la empresa. Para ello, necesita un equipo comprometido, y debe tener el permiso tácito de sus trabajadores para decir lo que piensa en todo momento, y los empleados deben estar preparados para aceptar estas críticas. El problema es que no todos los jefes están preparados para ello, y mucho menos todos los trabajadores.
No hay que confundir el candor radical con la agresividad destructiva, las críticas sin tener en cuenta los sentimientos del resto, que nos hacen ser ofensivos para la otra persona. Donald Trump podría ser un buen ejemplo de ello, ya que si algo destaca de su modelo de gestión tanto empresarial -lo hemos visto en sus reality shows- como en su aventura política, tanto en la carrera hacia la Casa Blanca como desde su llegada al poder es que no tiene pelos en la lengua (candor radical) aunque muchas veces está más cerca de la agresividad destructiva que del candor radical.