Suele decirse que las empresas pueden seguir una organización formal o informal, pero muchas veces nos encontramos con que los modelos formal e informal conviven en una misma compañía. Por eso, podríamos decir que se trata de dos modelos complementarios, no contrapuestos; dos vías de organización empresarial que nos ayudarán a cubrir todo el espacio empresarial. A donde no llega uno llega el otro, pero para que la cosa sea efectiva es imprescindible conocer los dos modelos, sus ventajas y sus desventajas.
¿Qué se entiende por organización formal e informal?
La organización formal tiene una estructura empresarial perfectamente definida, y varios miembros de la compañía tienen el poder. Esta autoridad de la organización formal es la responsable de definir las políticas empresariales, planes, estrategias o procedimientos a seguir por los trabajadores, siempre a partir de las directrices establecidas por la dirección de la compañía. No te costará encontrar ejemplos de organización formal en cualquier empresa, donde la estructura empresarial cuenta con una serie de reglas y regulaciones.
Pero paralelamente al crecimiento de la organización formal crecen las relaciones informales, es algo natural. Cuando la organización formal no satisface las necesidades personales y sociales de los trabajadores aparece la organización informal, que es todo lo contrario de la formal: se basa en interacciones sociales no oficiales y sin planificar entre los empleados de las estructuras formales. Su origen puede estar tanto en las relaciones personales a partir de la amistad o en los intereses comunes de los trabajadores.
Así, las diferencias entre un modelo y otro son más que evidentes. Si la organización formal se basa en una estructura definida de antemano, la informal ha sido capaz de desarrollar una infraestructura que no estaba planificada; si el modelo de organización formal tiene unos líderes claros y definidos, donde cada trabajador tiene su rol asignado, en el informal nos encontramos con líderes informales y con pequeños grupos de trabajadores que se han formado de modo informal, todos ellos al mismo nivel de jerarquía y autoridad.
También conviene destacar que en la organización informal los individuos se mueven a partir de sus creencias y los valores del grupo, algo imposible en una organización formal donde cada persona actúa a partir de la función o el rol que le han encomendado. Así, cuestiones como la delegación de responsabilidades o la coordinación son imprescindibles para el funcionamiento de cualquier organización formal, un importancia que no tendrán si apostamos por un modelo de organización informal.
Pros y contras de la organización formal
Como no podía ser de otra forma, cada método tiene sus ventajas y desventajas. A favor de una organización formal nos encontramos con unos objetivos, jerarquías y funciones muy definidos, que ayudan a cada trabajador a conocer su rol y permiten un uso más efectivo de los recursos que tiene la empresa o evitan que dos trabajadores de diferentes departamentos hagan lo mismo. También hay una separación entre trabajo y relaciones sociales, se definen las promociones internas y los niveles de rotación y absentismo son inferiores. Eso sí, los trabajadores pierden iniciativa y no satisfacen sus necesidades sociales.
Pros y contras de la organización informal
En cambio, los ejemplos de organización informal revelan que sí se tienen en cuenta e impulsan los valores sociales y culturales de los trabajadores, que obtienen una mayor satisfacción. La comunicación entre los directivos de la empresa y los empleados es más fluida y bidireccional, lo que también favorece el desarrollo de las relaciones interpersonales. Por último, los trabajadores practican el autocontrol y se resuelven cuestiones relacionadas con el trabajo. Por contra, este modelo presenta alguna limitación como la conformidad, la dificultad para introducir cambios o posibles conflictos de roles entre los trabajadores.