Un error bastante común es planificar la venta de un producto o servicio limitando la promoción a sus características físicas y funcionales. Hay que tener en cuenta todo lo que puede aportar ese producto o servicio al usuario y las herramientas que tenemos para ofrecerlo, ya que la decisión del usuario de comprar o no ese producto también está afectada por cuestiones como las expectativas o la planificación estratégica de tu empresa a la hora de desarrollar y lanzar ese producto o servicio. Por eso, podemos hablar de las hasta 5 dimensiones de un producto o servicio.
Primera dimensión: el beneficio sustancial
Si decimos que es la primera dimensión es porque se refiere a lo más importante, el aspecto más fundamental del producto o servicio: para qué sirve. Hablando claro, es lo que quieren o lo que están buscando los clientes, la razón más evidente por la que hemos lanzado un producto o servicio. Así, si lo que estás ofreciendo una cámara de fotos, el cliente busca hacer fotos; si eres un traductor, lo que los clientes buscan cuando recurren a tus servicios es una buena traducción. Sin esta primera dimensión no hay producto.
Segunda dimensión: producto genérico
En la primera dimensión el producto comienza a perfilarse, y su diseño continúa en la segunda dimensión, el producto genérico. A grandes rasgos, consiste en concretar el beneficio básico en un producto real, tenemos que convertir el beneficio sustancial en una versión básica del producto. Así, si lo que quieres es vender un sofá, lo primero que tenemos que hacer en esta dimensión es crear el diseño básico del sofá.
Tercera dimensión: producto esperado
Cuando llegamos a la tercera dimensión hay que poner sobre el papel una serie de atributos o condiciones que los usuarios esperan del producto o servicio que buscan, y con los que están de acuerdo. Es lo que se conoce como satisfacción básica, lo que nos sirve para cubrir las necesidades básicas o igualar lo que ofrece la competencia. Así, si vamos a vender un sofá en esta tercera dimensión se incluyen el resplado, el reposabrazos, el acolchado o las versiones para dos, tres o cuatro plazas.
Cuarta dimensión: producto incrementado o aumentado
Si en la tercera dimensión igualamos las prestaciones de la competencia, en la cuarta encontramos los aspectos que le ofrecen valor único a nuestros productos y servicios, lo que nos ayuda a diferenciar nuestra empresa de la competencia. Aquí hay que incidir en el valor de la marca, pero también en el incremento de actividades competitivas o la dimensión. Cada incremento tiene un coste para la empresa que repercutirá en el precio final, pero a la larga se convierte en beneficios. Un ejemplo es añadir una cámara más potente a un smartphone.
Quinta dimensión: producto potencial
La quinta y última dimensión mira al futuro, y se refiere a todos los aumentos y transformaciones que le podemos añadir a nuestro producto o servicio en el futuro. Puede hacer referencia a una futura evolución, al lanzamiento de una versión premium, etc. Aquí es muy importante que la empresa cuente con un buen equipo para investigar nuevas formas de satisfacer a sus clientes a la vez que se diferencia de la competencia.
A partir de estas cinco dimensiones, es mucho más fácil diseñar tanto los productos como nuestras campañas de marketing. Tenemos que ver las dimensiones de nuestro productos o servicios y aplicarlas a los procesos de desarrollo para todos ellos. De esta forma, podemos mejorar nuestra competitividad, aumentando la oferta y prestaciones de nuestros productos o servicios. Para ello, también hay que conocer los usos que le dan los clientes a nuestro producto.