En el mundo empresarial observamos una tendencia cada vez mayor hacia el liderazgo democrático, un modelo de liderazgo empresarial en el que se impulsa la participación de los trabajadores en la toma de decisiones empresariales. Mientras otros tipos de liderazgo apuestan por las órdenes, en el caso del liderazgo democrático se facilita que los trabajadores expresen sus opiniones y participen en el día a día de la empresa. Así, las decisiones se toman de forma consensuada entre empleados y responsables o directivos empresariales.
Características del liderazgo democrático
La seña de identidad de este modelo de liderazgo es que el líder debe fomentar la comunicación y participación de los trabajadores en la toma de decisiones, lo que también implica que aporten sus sugerencias. Su función es orientativa, y debe ser capaz de delegar funciones en sus trabajadores. A pesar de ocupar un rango superior al de los empleados, no se cree superior respecto a ellos y será capaz tanto de motivar a sus empleados como de acatar lo que ellos digan aunque no tiene por qué estar siempre de acuerdo.
Si hay dos habilidades que caracterizan a un líder democrático estas son la capacidad de escuchar y de comunicación. Si vamos a instaurar un modelo de liderazgo participativo, tendremos que ser capaces de escuchar a todos los miembros del equipo, comprender y valorar sus aportaciones; pero también es necesario comunicarnos de manera clara y eficaz, transmitiendo en todo momento el mensaje adecuado para favorecer la cooperación. La empatía y el carisma son otras cualidades que un líder participativo debería tener.
Ventajas e inconvenientes del liderazgo democrático
A favor de este modelo de liderazgo tenemos una mejor integración de los trabajadores en nuestra empresa y en el grupo, se sienten a gusto en su lugar de trabajo y en una empresa que tiene en cuenta su opinión. De este modo, se crea el sentimiento de pertenencia a la compañía. Además, se genera un mejor clima laboral ya que desaparece la competencia interna entre los trabajadores a favor de una cooperación entre iguales en busca de alcanzar los mismos objetivos.
Más allá de favorecer la unión empresa-trabajador, el modelo de liderazgo participativo también es el trampolín ideal para el crecimiento profesional de los empleados. La participación interna hace que se promueva la iniciativa, y además reciben la información y los conocimientos necesarios para la toma de decisiones. Sin embargo, el liderazgo democrático también presenta algunos obstáculos, como por ejemplo la dificultad de tener a todo el mundo contento o de involucrar a algunos trabajadores, ya que no todos están dispuestos a expresar sus opiniones y sugerencias.
Otro hándicap a tener en cuenta es la lentitud de los procesos, que no siempre se ajustan al vertiginoso tempo empresarial. La toma de una decisión nos exigirá muchas reuniones y acuerdos, de ahí que se ralentice todo y corramos el riesgo de tomar tarde las decisiones. También es necesario elegir a la persona adecuada para dirigir un proyecto democráticamente, ya que un exceso de confianza en el grupo puede hacer que se tomen más libertades de las que deberían; y deberá hacer equilibrios para tratar de mantener a todos contentos, algo bastante complicado.
¿Cómo desarrollar liderazgo democrático?
Para desarrollar un liderazgo participativo es imprescindible que a la hora de tomar decisiones el líder se reúna con sus trabajadores y ofrezca una serie de soluciones o propuestas. Entonces, los empleados son libres de apoyar, rechazar o proponer sus propias soluciones al problema que afronta la empresa, de modo que la decisión final sea consensuada entre los miembros de los diferentes niveles que conforman la empresa. El resultado suele ser excelente, pero un buen líder participativo tendrá que saber escuchar, valorar y gestionar todas las aportaciones de su plantilla.