Una cosa es que te guste tu empleo, y otra convertirte en un adicto al trabajo. Cada vez son más las personas obsesivas con el trabajo, una obsesión que ha dado paso a un nuevo perfil de adicto, el workaholic. Son personas que sienten la necesidad de trabajar sin parar, que no parecen tener otro fin en su vida, lo que tiene un alto coste para su salud física y psicológica. Por eso, es vital para los recursos humanos de la empresa conocer los síntomas del síndrome de workaholic para identificar a quienes sufren este problema, ayudarles a superarlo y prevenirlo en nuestro entorno laboral.

¿Cómo identificar un adicto al trabajo?
Hay una serie de rasgos que nos permiten identificar a los adictos al trabajo, como las tendencias compulsivas a trabajar intensamente con dificultades para relajarse y relacionarse con el resto de sus compañeros. De hecho, un workaholico será incapaz de delegar responsabilidades o de trabajar en equipo. Deberá tenerlo todo bajo control, y si no rinde como espera se sentirá mal. Otra de las características de la adicción al trabajo es la autovaloración centrada en el trabajo, pero no en el resto de su vida, como en los aspectos personales.
Si nos fijamos en los síntomas físicos de los adictos al trabajo, encontramos problemas cognitivos (ansiedad, irritabilidad, tristeza, agobio) y síntomas fisiológicos como el insomnio, dolores de cabeza, tensión muscular o disfunciones sexuales. Si el problema se prolonga a lo largo del tiempo puede derivar en problemas psicofisiológicos como la hipertensión o en la tendencia al consumo habitual de alcohol o drogas, con las consecuencias que puede tener para su vida personal y profesional.
Claves para prevenir y tratar esta enfermedad
Igual que pasa con cualquier otro tipo de adicción, la clave de la prevención del síndrome de workaholic está en la eliminación de los factores de riesgo que pueden provocar la aparición de este problema. Así, lo más importante para la prevención es ser capaces de establecer la diferencia entre la vida profesional y la vida personal: hay que disfrutar del ámbito privado, de lo que hacemos fuera del trabajo, no podemos disfrutar solo cuando estamos trabajando. El descanso y los hobbies son tan importantes como el trabajo, o incluso más.
Cuestiones como las llamadas o el uso del correo electrónico profesional fuera de la hora de trabajo no hacen más que favorecer la aparición de estos síntomas. Por eso, desde las empresas deberían hacer el esfuerzo de respetar las horas y días de descanso de cualquier trabajador a modo de prevención de este tipo de problemas. Marcar la diferencia entre el espacio privado y el profesional es clave para prevenir la adicción al trabajo y evitar que aparezcan pensamientos como que dedicar tiempo a nuestros hobbies y no al trabajo es hacer el gandul.
En caso de desarrollar este problema, las personas obsesivas con el trabajo deberían ponerse en manos de especialistas, ya que como hemos visto se trata de un problema psicológico. El método más eficaz para enfrentar el síndrome de workaholic es la terapia cognitiva-conductual, gracias a la que el paciente aprende a gestionar y autocontrolar su trabajo a la vez que aprende a disfrutar fuera del ámbito laboral.
Debido a este tipo de tratamiento, los adictos al trabajo también pueden solucionar algunos de los problemas asociados al desarrollo del síndrome de workaholic o los factores de riesgo de los que ya hemos hablado. Un ejemplo muy claro es el de quienes son incapaces de delegar tareas o rechazar un pedido: deben desarrollar una serie de habilidades para tener una conducta asertiva y aprender a delegar. Así, reducimos la autoexigencia y seremos más felices tanto en nuestro trabajo como en el día a día personal.